Desde hace varios días había notado comentarios en Facebook sobre el menú para la cena navideña, actividades planeadas, regalos e incluso lista de invitados. Los Guges somos algo contreras y no habíamos hecho planes, andaba yo algo renegada con esto de los festejos navideños, creyendo que son de consumo excesivo y de forzadas muestras de afecto... me vi tentada a mandar todo al carajo. Fue entonces que un día Iñaki llegó de la escuela emocionado porque había recibido tarjetas de navidad de parte de algunos de sus compañeros. Se sentía especial, halagado, fue para él un gran regalo y me di cuenta que era una buena oportunidad para enseñarle a ser recíproco. Al día siguiente fui al centro y le compré 30 tarjetas que poco a poco comenzó a membretar. Al principio creí que sólo le pondría su nombre como firma y el nombre del destinatario, pero para mi sopresa, comenzó a decorar una por una las tarjetas con algún dibujo especialmente dedicado a la persona que la recibiría. Me pareció un gran detalle de su parte y me confirmó que mi hijo es una persona de gran sensibilidad y muy dulce. Cada uno de sus compañeros de clase, sus teachers, la directora, las secretarias y el famoso Mr. Nogan de educación física, recibieron una tarjeta con diseño exclusivo (el del Mr. Nogan eran él e Iñaki haciendo sentadillas y brincando con un mono de nieve). Giana, una de sus compañeras, me dijo que las tarjetas que había dado Iñaki eran especiales porque tenían un dibujo muy bonito y los otros niños sólo había escrito el nombre. Iñaki me dio una lección, el afecto es un regalo precioso y si existe una época en la que todo es excusa para demostrarlo y compartir lo mejor que hay en nosotros, entonces perpetuemos ese sentimiento. Así pues, como las mejores cosas, con una planeación sencilla, terminamos compartiendo la cena de Navidad con otras tres familias, mi cuñado y su amiga que estaban de visita y hasta el Provost (que es el administrador del college en el que vivimos). Esa noche, reimos, contamos anécdotas, pasamos un rato muy agradable y todos nos fuimos a casa con una sonrisa y la barriga llena de un rico pozole.
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